Catalina de Erauso, la Monja Alférez

CUENTO: RAQUEL OLCOZ | ILUSTRACIÓN: LUKA ANDEYRO

Catalina era hija de un valeroso comandante vasco que servía al rey. Desde pequeña, aprendió de él y de sus hermanos a manejar la espada y a pelear. ¡Cuánto se divertía!

A los cuatro años la internaron en un convento, porque entonces estaba muy bien visto que las niñas se hicieran monjas, o que fueran educadas por ellas para luego encontrar un buen marido. Pero allí la vivaracha Catalina se aburría y echaba de menos jugar con sus hermanos.  Además, ¡ella no quería ser monja! ¡Y tampoco casarse con ningún hombre!

Un día, pegó a una de las religiosas del convento y se armó un buen lío. La castigaron, claro. Pero esa noche Catalina se cortó el pelo a lo chico, se hizo un pantalón con telas viejas y escapó. Tenía quince años.

Vagabundeó durante meses. Haciéndose pasar por un chico, trabajó como paje para varios señores y viajó por toda España. Tan bien se disfrazaba, que nadie se daba cuenta de que era una chica.  ¡Ni su propio padre, que se la encontró y le contó que estaba buscando a su hija fugitiva!

Catalina se metía en muchas peleas y acabó en la cárcel, por camorrista. Cansada de esa vida, se enroló como grumete en un barco y partió rumbo a América, donde venció a los piratas holandeses, resistió a terribles enfermedades que acabaron con la vida de muchos de sus compañeros, fue la única superviviente de un naufragio porque nadó millas y millas hasta la costa y se dedicó al comercio recorriendo América.

Una noche, hirió a un joven en un duelo.

—¡Como compensación, caballero, debéis tomar por esposa a la tía del muchacho! —le exigió la familia del chico herido.

Y aunque a Catalina le gustaban las chicas… ¡no podía casarse con ella! ¡Si lo hacía, la descubrirían! Así que huyó y tiempo después se alistó como soldado junto a mil seiscientos hombres que iban a la conquista de Chile. Pasó años luchando, ganando batallas, ocupando tierras, combatiendo con gran ferocidad… y buscando jaleo. Por una de sus peleas la condenaron a muerte y, para salvarse, pidió clemencia a un obispo.

—En realidad, soy una mujer, Excelencia Reverendísima —le confesó.

Cuando vio que decía la verdad, él la protegió y la envió a España, donde Catalina escribió sus memorias y se hizo muy famosa. El rey Felipe IV la reconoció como soldado, le puso el apodo de Monja Alférezy le dio permiso para usar nombre de varón. Esto llegó a oídos del Papa y, como le pareció muy bien, también él le dio permiso para seguir vistiendo y viviendo como un hombre hasta el fin de sus días.

Y así fue como Catalina, con rebeldía y valentía, demostró que a veces no importa tanto ser chico o chica y que importa más lo que cada uno quiera ser y hacer en la vida.

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La protagonista

Catalina de Erauso

Conocida como la Monja Alférez.
Militar, monja y escritora.
Nació en San Sebastián en el siglo XVI.