Ágatha Ruiz de la Prada, la niña que imaginó un mundo de color

CUENTO: ADRIANA MOURELOS | ILUSTRACIÓN: DAVID HERREROS

Había una vez una niña que tenía nombre de piedra preciosa. No de una cualquiera, sino de una especial compuesta por un mineral que puede ser de distintos colores. Su nombre era y es Ágatha.

En las paredes de su casa no había fotos de familia o paisajes del pueblo. Mientras la niña Ágatha merendaba, lo que veía en las paredes eran cuadros. No eran unos cuadros cualesquiera, sino obras de arte de grandes pintores.

Así que esta niña no hacía más que mirar los colores de aquellos cuadros. Sus favoritos eran los de un tal Picasso. Era Ágatha una de esas niñas de ojos muy abiertos que siempre saben lo que pasa a su alrededor. Y es que, además, a su alrededor pasaban muchas cosas interesantes.

No quería ser princesa ni ponerse largos vestidos incómodos o grandes lazos en el pelo. Ella quería vestir para estar cómoda y para divertirse, para mirarse y gustarse, y para ir a las fiestas que ofrecía su familia, especialmente su abuela, que tenía una casa en la que siempre había gente.

Cuando creció, decidió estudiar diseño de moda en Barcelona, donde vivía. Así, aprendería a hacer bien lo que ya le gustaba mucho. Cuando terminó, la niña Ágatha se fue a Madrid a descubrir la vida y la moda.

Madrid era entonces una fiesta, Agatha tenía ya veinte años, y se convirtió en una de las musas de un despertar artístico y cultural que se vivió en aquellos años. Enseguida empezó a trabajar en el estudio de un diseñador y pronto abrió su primera tienda y presentó su propia colección de ropa: convirtió veinte cuadros pintados por artistas en veinte vestidos.

La joven Ágatha tenía muchos amigos artistas, como Andy Warhol, un americano muy famoso que pintaba latas de sopa, y hasta la mujer del presidente del gobierno quiso llevar uno sus vestidos.

Sus diseños tenían colores y corazones, tenían rayas, lunares y medias lunas, tenían estrellas y hasta orejas de gato. Eran rojos, verdes, azules, amarillos y fucsias –el fucsia era su color favorito–. El mundo de color de Ágatha costaba mucho esfuerzo y también mucho dinero, pero ella nunca se rindió. Siguió trabajando duro y disfrutando con cada diseño y cada desfile.

Los vestidos que diseñaba tenían dibujos, pero también tenían formas: el vestido nube, el vestido globo, el vestido aro… como los vestidos de las fiestas de su infancia que ahora se ponían las mujeres, y también, claro, las niñas y los niños. Estos vestidos desfilaron en las mejores pasarelas de Madrid, pero también de París, la capital de la moda.

Su mundo de color creció cada vez más y Ágatha se convirtió en una diseñadora muy famosa y en una especie de reina de corazones. Lo que más le gustaba era trabajar, porque disfrutaba con cada puntada y cada trazo y porque quería crear un mundo más divertido.

No entendía la mujer Ágatha que una persona que lleve una ropa bonita y divertida tenga una casa fea, así que pronto sus famosos corazones fucsia y las lunas y las estrellas aparecieron por todas partes en sábanas, vajillas y sofás.

El mundo que siempre había imaginado a su alrededor era real: su tienda y su casa eran así y poco a poco más tiendas y más casas porque su imaginación llegó hasta Asia y dio la vuelta al mundo.

Agatha pertenece a una familia noble. Cuando llegó el momento de heredar los títulos nobiliarios como hija mayor, resultó que no podía porque hay una regla que dice que los títulos solo pasan de padres a hijos y nunca de madres a hijas. La mujer Ágatha pensó que aquello no era justo, así que reclamó los títulos y abrió el camino para cambiar esa regla y que otras mujeres pudieran hacer lo mismo. Ahora Agatha es diseñadora, madre, marquesa y baronesa.

Así fue como Ágatha Ruiz de la Prada se convirtió en una mujer de éxito que consiguió hacer lo que quería cuando quería y, ¿sabes qué es lo mejor de esta historia? Que lo sigue haciendo. Así que, si miras a tu alrededor, tal vez descubras un pequeño sueño de la niña Ágatha en tu mochila o en tu armario.

Lo que me deja atónita es que, en teoría, la moda cambia cada 6 meses, y sin embargo, todo el mundo viste igual
COMPARTIR ESTE CUENTO
La protagonista

Agatha Ruiz de la Prada

Es diseñadora de moda y empresaria, además de ostentar los títulos nobiliarios de marquesa y baronesa. Ha recibido, entre otros premios, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y el Premio Nacional de Diseño de Moda.
Nació en Madrid en 1960.