Begoña Vila, la niña que buscaba espirales en el cielo

CUENTO: ANGÉLICA RUIZ | ILUSTRACIÓN: CLARA MONTAGUT

A Begoña le intrigaban las espirales. En la playa veía caracolas, en el agua remolinos, en el campo los girasoles con sus semillas: había espirales por todos lados. Se hizo con una lupa y se pasaba muchos ratos descubriendo dónde la naturaleza, y algunas veces el hombre, escondían espirales. Luego pidió de regalo de cumpleaños un espirógrafo, un juguete con el que llenaba sus cuadernos de espirales de colores.

Un día, cuando estudiaba ciencias en su colegio, su profesora les contó lo siguiente:

-La Vía Láctea, la galaxia a la que pertenecen nuestro sistema solar y nuestro planeta, tiene forma de espiral. Pero desde la Tierra no es fácil verla.

Begoña empezó a discurrir cómo podría ver esas espirales que estaban en el cielo y cogió unos prismáticos, y desde su ventana, una noche de verano, intentó descubrir dónde estaba la galaxia, pero solo pudo ver un poco más grandes las estrellas.

Unas semanas después fue con sus padres al campo por la noche y allí, sin que la luz de la ciudad le estorbara, pudo ver un maravilloso espectáculo de luces: ante sus ojos aparecieron miles de estrellas y entre ellas, un cinturón denso de luces: La Vía Láctea. Aquella era la famosa espiral, pero, claro, la estaba viendo desde dentro. Su padre y su profesora le dijeron que había muchas más, pero no se podían ver porque estaban a demasiada distancia.

Begoña pensó que, si ella había visto mejor las estrellas al alejarse de una ciudad, quizás podría ver mejor las galaxias si se conseguía colocar un telescopio lo suficientemente lejos. No en Tierra, como se hacía hasta entonces, sino en órbita, alrededor de la Tierra, sin interferencias lumínicas ni de las nubes y otras turbulencias atmosféricas. Si la humanidad ya había llegado a la Luna, ¿por qué no podía enviar al espacio unos prismáticos mucho más grandes que los de su padre?

Y Begoña empezó a estudiar para poder hacer realidad su sueño de ver esas espirales en el cielo.

Cuando ya era mayor, los científicos de la NASA convirtieron en realidad parte de su sueño y lanzaron el primer telescopio espacial, el Hubble. Pero a los pocos años el Hubble empezó a quedarse un poco miope y la agencia espacial norteamericana quiso construir un nuevo telescopio espacial mucho mejor, y buscando a alguien que pudiera ayudarles, llamaron a Begoña que, desde entonces, está creando los prismáticos más grandes y brillantes que nunca habrá tenido la humanidad y que nos permitirán a todos ver de cerca las espirales del cielo.

 

Y así fue cómo la astrofísica Begoña Vila se especializó en el estudio de galaxias espirales y llegó a ser ingeniera de la NASA.

“Creo que el Universo es muy grande, con billones de galaxias y estrellas con planetas a su alrededor. Cada vez encontramos más y debe haber algún otro planeta donde la vida exista.”
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La protagonista

Begoña Vila

Astrofísica.
Nación en Vigo, Galicia, en 1963.