Bibiana Fernández, la niña que nació con cuerpo de niño
Cuando Bibiana nació, la llamaron Manuel. Su cuerpo tenía pito de niño, así que sus padres y también los médicos pensaron que ella era eso, un bebé y no una bebé. Bibiana fue creciendo y sintiendo que había habido una confusión y que ni su nombre ni su cuerpo eran suyos. Ella era una niña y, aunque jugaba a lo mismo que sus amigos del cole, siempre quería pasar el recreo con las demás.
—¿Puedo saltar a la comba con vosotras?
—¿Pero qué dices, Manolito? Aquí estamos solo las niñas. Vete a jugar con los chicos.
Lo único que había en el cuerpo de Bibiana que sí era suyo era el corazón. Era una niña muy, muy buena. Tan sensible y noble que no se enfadaba cuando sus compañeras del cole la rechazaban.
—Claro, ellas piensan lo mismo que los demás, que soy un niño, ¡por eso no les apetece jugar conmigo! —razonaba. Y se iba tan contenta a jugar con los chicos.
Los padres de Bibiana se separaron cuando ella era pequeña y cada uno se fue a vivir a una casa diferente. Durante años, para que ninguno de los dos estuviera triste, ella, que vivía con su padre, comía en el cole y se iba corriendo a comer otra vez con su madre solo para que no estuviera sola.
Como almorzaba dos veces, engordó mucho, tanto que los médicos le decían que tenía un problema de salud y ella respondía:
—¡Pues muy bien! ¡Lo que usted diga! ¡Pero a mí lo que me pasa es que soy una chica, aunque tengo pito!
—Eso no puede pasar, Manolo —respondían los médicos.
—Sí que puede pasar, a mí me pasa. Y no me llamo Manolo, me llamo Bibiana.
Bibiana pasó muchos años diciendo que era una chica sin que nadie la creyera. A veces, incluso se reían de ella por contarlo, pero jamás se avergonzó. Como además de buenísima era muy alegre y decidida se fue a vivir a Barcelona y se hizo artista. Sus amigos comprendieron enseguida que ella era una mujer y, un día, uno le dio un consejo.
—Bibiana, en Londres pueden operarte y convertir tu pito de chico en una vagina de chica, aunque cuesta mucho dinero.
—No tengo mucho dinero, pero ahorraré.
Cuando a Bibiana ya le daba igual que se rieran de ella o no la creyeran, decidió que sí, que quería convertir su pito en una vagina. Se lo contó a todo el mundo y también lo dijo por la tele. Por fin, pudo poner en su DNI que se llamaba Bibiana y no Manuel. Ya nadie podría decirle que ella no era una mujer.
Y así fue como Bibiana Manuela Fernández demostró a los que no la creían que algunas personas nacen con un sexo que no sienten como suyo, que no es una vergüenza ni una enfermedad y con su ejemplo ayudó a que, si a quien le pasa quiere cambiar su pito por una vagina o viceversa, pueda operarse sin ir a Londres ni gastarse dinero.