Carmen, la revolucionaria que cambiaba el mundo con sus letras

CUENTO: MAR ABAD | ILUSTRACIÓN: LUPE CRUZ

En un pueblo de minas de oro vivía una niña de ojos negros poderosos. Era tan deslumbrante que un día la vio un joven y quedó enredado en su mirada, sus rizos y su belleza efervescente. Ese mismo día Arturo empezó a escribirle poemas de amor hasta que por fin consiguió que Carmen se enamorara de él. A su familia no le gustaba el chaval pero ella se empeñó: «Me casaré con él».

El matrimonio comenzó turbulento. Arturo alargaba tanto las noches de juerga que por las mañanas no iba a trabajar al periódico. Entonces, Carmen, resuelta y decidida, ocupaba su puesto. Ella redactaba las noticias y sola, con audacia y empeño, aprendió el oficio de periodista.

Lo que ella imaginó como una bonita historia de amor se convirtió en un suplicio. Carmen no era feliz pero, a finales del siglo XIX, los maridos eran los jefes de las casas. Ella hacía como si obedeciera las órdenes de su esposo, pero en realidad tenía otro plan: por las noches, a escondidas, estudiaba para ser maestra y escapar de las garras de aquel hombre malvado.

Al cabo de unos años, Carmen consiguió el título de profesora y un día, sin pedir permiso a nadie, agarró las maletas y a su hijita pequeña, montó en un tren, y muchas horas después llegó a Madrid. Tenía treinta y tres años y toda la vida por delante. Había decidido olvidar sus penas y empezar una vida mucho más interesante.

Fue despacho por despacho dejando una tarjeta en la que ponía:

«Carmen de Burgos. Periodista»

Día tras día, incesante, al fin consiguió escribir en un periódico. Nada podía pararla. Buscaba becas para viajar y conocer otros países, montaba reuniones donde juntaba a los literatos más famosos… En pocos años era una intelectual admirada y respetada en todo el país. Era tan popular que la llamaban para dar conferencias en Europa y América.

Aprovechó los textos que escribía para hablar de la vida tan dura que llevaban las mujeres. Muchas tenían que aguantar a maridos crueles y abusones, pero no podían abandonarlos porque era un escándalo. Carmen decidió explicar qué era el divorcio y por qué era necesario. Con coraje y decisión, peleaba por los derechos de las mujeres. A principios del siglo XX ni siquiera podían votar porque se pensaba que su misión en la vida era cuidar de su casa, de su marido y de sus hijos.

Pero Carmen, como otras muchas mujeres, le dijo al mundo que ni hablar. Ella quería estar en las mismas tribunas y en los mismos puestos que los hombres. Ahí y tan lejos como pudiera llegar para crear una sociedad más justa y generosa. Ese era su deseo, inmenso como el universo e imparable como el vuelo de una estrella.

Y en su corazón enorme volvió a saltar una chispa. La memoria había borrado a Arturo como el viento se lleva la hojarasca, porque los desamores no sirven para nada. Para nada más que para meterlos en el cubo de la basura. Carmen se enamoró de nuevo. En las reuniones literarias que organizaba en su casa apareció un día un joven llamado Ramón al que le gustaba escribir versos divertidos. Ella, tan generosa, le ayudó a publicar sus rimas y a que fuera un escritor famoso. Y durante mucho tiempo trabajaron juntos, en la misma mesa, y se quisieron con pasión.

A Carmen nada la detuvo nunca. Ni las penas, ni el desamor, ni una sociedad que no valoraba a las mujeres. Ella llegó a lo más alto: a la tribuna de los intelectuales. Fue una hermosa guerrera a la que le bastaron dos armas para conseguir sus hazañas: la palabra y el amor. Ella, con sus libros, sus conferencias y su tesón, hizo mucho para que un país de ideas muy antiguas empezara a modernizarse. Tanto que, cuando ya era mayor, casi parecía otro. Y, por eso, antes de que su inmenso corazón diera el último latido, dijo, sonriente: «Muero feliz».

Y así fue como Carmen de Burgos, con su audacia y decisión, llegó a ser periodista, se convirtió en la primera corresponsal de guerra española y contribuyó a crear una sociedad más justa.

"Quiero para ambos sexos idénticos derechos, las mismas leyes e igual educación"
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La protagonista

Carmen de Burgos

Escritora, periodista y activista.
Fue la primera corresponsal de guerra.
Nació en Almería en 1867.