Carmen «Salvanenos» Avendaño
Dentro del faro de una pequeña playa de Galicia vive una mujer con el pelo corto teñido de colores.
Es muy fuerte y buena, aunque siempre está muy seria.
En el pueblo llaman a esta mujer Carmen Salvanenos, que significa ‘salvaniños’ en gallego, porque lucha contra los monstruos que raptan a los niños y las niñas con regalos venenosos.
Esos monstruos, que se disfrazan de personas simpáticas, regalan cosas a los pequeños que se les acercan. Son regalos que ponen muy contentos a los niños, pero que les cansan pronto. Enseguida quieren más regalos y más y más y más… No pueden parar de pedir regalos. Por eso son venenosos.
Cuando los niños no pueden parar de pedir, los monstruos los llevan a una cueva oscura y maloliente y les dicen que tendrán todos los regalos que quieran. Pero no es verdad: cuando los críos llegan a la cueva, los monstruos los encierran y se van a cazar más niños… para comérselos.
Hace muchos años, cuando empezaron a desaparecer todos los hijos e hijas del pueblo, Carmen Salvanenos decidió investigar por su cuenta, porque los que mandaban en el pueblo no le hacían caso: ni los policías ni el alcalde ni el juez… Nadie hacía caso a Carmen Salvanenos y a las madres del pueblo.
—¿Cómo puede estar pasando esto? —preguntó Carmen a la vecina de la Casa Azul.
—No sé, Carmen. Pero a mí no me queda ningún hijo en casa, solo tenía uno… —lloró la vecina, que había pintado su casa de color del cielo sin nubes porque en el pueblo siempre llovía.
—Voy a investigar, ¿me ayudas?
—Te ayudo.
Así que Carmen Salvanenos y la vecina de la Casa Azul empezaron su trabajo de detectives por las cuevas de la playa.
Caminaron y caminaron… y lo que descubrieron les puso los pelos de punta: de las cuevas salían unos monstruos horribles, negros y llenos de pelos largos, que les tapaban hasta los ojos. En la cara solo se les veía la nariz, llena de mocos y de verrugas. Tenían unas manos gigantes, todas peludas también, salvo unas uñas largas que brillaban como el metal. Daban mucho miedo.
Carmen Salvanenos y la vecina de la Casa Azul entraron en las cuevas cuando los monstruos habían salido. Lo hicieron gritando:
—¡Tenemos que salvar a nuestros hijos!
Allí dentro olía muy mal y se oía a muchos niños llorando, como un coro de gatitos maullando de frío.
Los sacaron rápidamente. Algunos no podían andar y otros estaban dormidos, así que entre las dos los llevaron a rastras por la playa. Había muchísimos niños y tardaron toda la noche en liberarlos a todos y llevarlos con sus madres.
Después, cuando los monstruos regresaron a las cuevas disfrazados de personas, Carmen Salvanenos y la vecina de la Casa Azul les taparon la salida y los encerraron dentro y cuando subió la marea, abrieron las cuevas otra vez para que el mar entrara y los ahogara a todos.
Aunque algunos escaparon…
Muchos niños del pueblo se quedaron enfermitos para siempre por culpa de los monstruos y otros se curaron, pero Carmen Salvanenos decidió irse a vivir al faro para siempre y vigilar el pueblo desde lo alto, donde brilla la luz que ven los barcos.
Desde allí, podría impedir que los monstruos que escaparon de las cuevas volvieran y raptaran otra vez a los niños y las niñas del pueblo.
—Nunca máis.
Y así fue como Carmen Avendaño, con gran fuerza y valentía, lideró la lucha de muchas madres contra el narcotráfico gallego que estaba acabando con la vida de sus hijos y sus hijas.