María de Villota, veloz como el viento en el circuito de Fórmula 1

CUENTO: YASMINA BARGALLÓ | ILUSTRACIÓN: JOJO CRUZ

María tenía mucha suerte. Ella, a diferencia de todos sus compañeros, conocía personalmente a su héroe. Se llamaba Emilio, era piloto de Fórmula 1 y, lo mejor de todo: ¡era su padre!

Cuando María era pequeña, nadie sabía qué era exactamente eso del circuito de carreras, pero a ella no le importaba. Era la niña más feliz del mundo cuando su padre los llevaba a ella y a sus dos hermanos a la pista. Le encantaba el olor a gasolina y el ruido del motor… María soñaba día y noche con ponerse el mono y conducir uno de esos coches.

Cielo, ¿no prefieres jugar a tenisque es menos peligroso? le decía su madre preocupada.

A fin de cuentas, María era una niña y las mujeres no corrían en las carreras, lo sabía todo el mundo. Bueno, todo el mundo, no. Un día, cuando María tenía dieciséis años, su hermano Emilio llegó a casa con dos inscripciones para una prueba de pilotos.

—¿Te apuntas conmigo?—le dijo Emilio entusiasmado.

—¡Claro! Pero ¿qué opinarán papá y mamá? No creo que les guste mucho —dudó María.

—Tienen miedo, y es normal, papá sabe lo que es ser piloto y no quiere que sus hijos se pongan en peligro.

—Pero Emilio, yo soy muy buena conduciendo y tú, también —dijo convencida—. Riesgos hay siempre: cuando cruzas la calle, cuando viajas en un avión… Si dejas que el miedo te guíe, nunca cumplirás tus sueños.

La noche anterior a la prueba, toda la familia estaba muy inquieta. Sus padres, preocupados, tenían la esperanza de que les descalificaran pronto y olvidaran así la idea de convertirse en pilotos. María y Emiliosin embargo, soñaban con correr juntos por las pistas de todo el mundo.

Y llegó el gran día. 3, 2, 1… María empezó a rodar y, justo detrás, su hermano. Los dos pasaron muchas pruebas, pero, en la última, Emilio quedó eliminado. María respiró hondo, pisó el acelerador y ganó el campeonato. ¡Ya era piloto!

Sin embargo, todavía le quedaba mucho por delante. Para llegar a la élite hay que ser muy fuerte. Ella lo sabía, y por eso empezó a entrenar duro para conseguir su sueño.

Y así fue como María logró lo que ninguna mujer española había conseguido jamás: pilotar un Fórmula 1.

¿Sabéis qué frase inspiraba siempre a María? «No sabía que era imposible y lo hizo».
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La protagonista

María de Villota

Piloto de Fórmula 1
Nació en Madrid en 1980.
En julio de 2012 sufrió un grave accidente mientras realizaba unas pruebas de aerodinámica para su equipo. Pese a que se recuperó de las heridas sufrida aquel día, murió un año después por "causas naturales" relacionadas con el accidente.​

Lydia Valentín, campeona olímpica sin trampas

CUENTO: PALOMA DEL RÍO | ILUSTRACIÓN: RAÚL ARIAS

Había una vez una niña que nació en la zona del Bierzo leonés. A esta niña, que se llamaba Lydia, le gustaba mucho hacer deporte. Un día, un entrenador le dijo que probara a levantar pesas, así que lo hizo. Y, desde ese momento, Lydia tuvo la sensación de que ser halterófila era lo que más le gustaba en el mundo.

Su afición fue creciendo y creciendo y lo hacía tan bien que, ya con quince años, le propusieron irse a Madrid, al Centro de Alto Rendimiento, en donde viviría y entrenaría junto con el resto de los deportistas españoles de élite. Así que Lydia viajó hasta la capital.

Allí Lydia estaba entusiasmada porque cada vez conseguía mejores resultados y, además, verse rodeada de tantos deportistas le hacía sentirse muy bien. Su entrenador le decía que, gracias a que trabajaba duro, se estaba convirtiendo en una de las mejores levantadoras de pesas del mundo, y que podría ser campeona olímpica. Así que Lydia empezó a soñar con ir a los Juegos Olímpicos y ganar una medalla.

Se alimentaba bien, dormía bien, entrenaba mucho y llegó a participar en tres Juegos Olímpicos, pero nunca conseguía ser la primera. Siempre había otras competidoras que la adelantaban en la clasificación. Lydia se dio cuenta de que esas chicas no hacían las cosas como las hacía ella: las otras deportistas tomaban pastillas que las ayudaban a ser más fuertes, pero que no estaban permitidas. Lydia sabía que, si no las tomaba ella también, nunca conseguiría la medalla olímpica, pero prefirió seguir con su dieta, su entrenamiento, su esfuerzo y resignarse al resultado que conseguía por sí misma.

Pero un buen día, los que dirigen el deporte mundial se dieron cuenta de que había deportistas que tomaban las pastillas prohibidas y que, además, eso les podía hacer daño a su salud, así que empezaron a hacerles análisis a todos, y descubrieron que algunas de las chicas que competían con Lydia las tomaban también y que por eso tenían mejores resultados que ella. Y eso no era justo.

Entonces, los jurados de los Juegos Olímpicos quitaron las medallas a aquellas chicas que las habían ganado haciendo trampa, y resultó que Lydia era la que había conseguido el mejor resultado de forma limpia en los tres Juegos Olímpicos, así que le dieron las medallas a ella.

Hoy Lydia tiene tres medallas olímpicas, una de cada color: un oro, una plata y un bronce, además de los títulos de campeona de Europa y campeona del mundo. Ahora se está preparando para ir a sus cuartos Juegos Olímpicos. Después, quiere dedicarse a ayudar a otros niños a cumplir sus sueños deportivos, como ella cuando era pequeña.

Y así fue como, sin hacer trampas y trabajando duro, Lydia consiguió el sueño que tenía desde pequeñita: ser la mejor en su deporte.  

“Me centro en entrenar al máximo, las medallas son la consecuencia del trabajo diario”
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La protagonista

Lydia Valentín

Deportista
Nació en Ponferrada, León, en 1985
Lydia Valentín compite en halterofilia, en la categoría de 75 kg. Ha conseguido tres medalles olímpicas (oro en Londres 2012, plata en Pekín 2008 y bronce en Río 2016) y se ha proclamado cuatro veces campeona de Europa, la última, el pasado 31 de marzo en Bucarest.