Dolores Ibárruri, la Pasionaria
La niña Dolores nació en un pueblo de Vizcaya, Gallarta, donde su padre trabajaba de minero. Su madre la llevaba cada día a la escuela. A Dolores le encantaba y siempre le decía a su madre:
—Yo de mayor quiero ser maestra.
Pero tuvo que dejar los estudios para ponerse a coser y ayudar a su familia. Así empezó todo. Como costurera, en el taller vio que los obreros y las obreras trabajaban de sol a sol, en condiciones muy duras, por muy poco dinero y sin ningún derecho.
—No se puede vivir así. ¡No se puede! —pensaba Dolores.
También se dio cuenta de que las mujeres tenían más deberes todavía que los hombres: dedicarse a la casa y a los niños, sin que nadie les reconociese su esfuerzo.
Se enamoró de un minero y con él fue mamá de seis hijos. En los pocos ratos libres que le dejaban la casa y los niños leía mucho. Un día cayó en sus manos un libro que decía: «Las mujeres, obreras o señoras, son libres para elegir su destino». Aquella frase le hizo soñar que con sus ideas podía mejorar la vida de las personas.
Tenía veintitrés años cuando los trabajadores, entre ellos su marido, fueron a la huelga para luchar por sus derechos. Entonces Dolores pensó que el mundo era más grande que las cuatro paredes de su casa y tomó la decisión que cambió su vida: escribió en un periódico a favor de los derechos de los obreros. Como era viernes de Pasión, en Semana Santa, firmó el artículo como «Pasionaria», y esa pasión que puso a sus palabras hizo que ya todo el mundo la conociese para siempre con este nombre: Pasionaria.
Dolores se apuntó al Partido Comunista. Contaba sus ideas tan bien que empezó a brillar, aunque ella siempre vistiese de negro. Poco después, hubo una revolución obrera en Asturias y Dolores se preocupó por los niños huérfanos, a los que les buscaba familia. Dos años más tarde, estalló en España la Guerra Civil entre fascistas y comunistas, y Pasionaria, que estaba del lado de los comunistas, los animaba gritando:
—¡No pasarán! ¡No pasarán! —
Y muchos siguieron su grito de lucha. Pero los comunistas perdieron la guerra. La Pasionaria tuvo que marcharse de España y se fue a Moscú, adonde llegó con su sombrero y unos zapatos de verano. También vivió en China, en Bulgaria y en Rumanía. Le encantaba viajar, el cine y leer. Nunca se aburría: era muy inquieta y con una fuerza extraordinaria.
Volvió a España en mayo de 1977, cuando ya había democracia y se podía votar. Con ochenta y dos años fue elegida diputada por el partido de su vida, el comunista. Entró en las Cortes del brazo del escritor Rafael Alberti, con su vestido negro y el pelo recogido en un moño, como siempre se había peinado.
Y así fue como Pasionaria, una madre tenaz y luchadora, cumplió su sueño: romper las paredes de su casa y hacer inmensa su familia. Siempre se la recordará como la madre del Partido Comunista español y como una gran defensora de todos los obreros y obreras del mundo.