Gloria Fuertes, la poeta

CUENTO: CHARO MARCOS | ILUSTRACIÓN: RAQUEL HERNANZ

Érase una vez una familia que, en vez de una niña, tuvo una poeta. La poeta se llamaba Gloria. A los tres años, Gloria aprendió a leer y enseguida escribió sus primeras poesías, aunque a su madre aquel lío de palabras no le gustaba nada:

—Gloria, deja esas tonterías y ponte a barrer la casa —le decía.

—Estaba doña Loba,

barriendo con su escoba,

la puerta de su guarida… —respondía ella. Alguna vez se ganó un bofetón.

La familia de Gloria era muy pobre. Tanto, que el primer libro que tuvo fue uno que se hizo ella misma: escribió los cuentos, dibujó las ilustraciones y cosió las páginas con hilo y aguja para unirlas entre sí y que no salieran volando. Tampoco había para juguetes. El primero fue una bicicleta que robó en el parque del Retiro y que le duró poquísimo porque los chicos de su barrio se la quitaron enseguida. Así aprendió que las cosas que uno consigue sin esfuerzo no sirven de nada.

Pero Gloria se esforzó. Se esforzó muchísimo. A los quince años leía sus poesías en la radio y poco después, empezó a publicarlas en periódicos y revistas. Pero entonces le pilló la guerra. Quiso ir a pararla, pero como no la dejaron, decidió escribir poemas que la contaran y que contaran también su vida y la de otras muchachas que, como ella, crecieron en una España partida por la mitad.

Apenas fue a la escuela, pero se preparó y consiguió un título y un trabajo de secretaria en una oficina para ser una mujer independiente. Y mientras tecleaba en su escritorio, mandaba cartas y cumplía con su obligación, a ratos, o de noche, seguía inventando versos llenos de emoción, de tristeza, de amor, y de humor.

Gloria era delgada y algo enfermiza, pero poco a poco se convirtió en una mujer enorme: su cuerpo tuvo que crecer mucho para que dentro le cupiera el corazón, que era más grande que ella.

Gloria la poeta se puso pantalón y una corbata y se paseó por todo Madrid en una moto saludando a los escritores de la época, que la respetaban un montón. Empezó a estudiar inglés, se echó una novia a la que quiso muchísimo, el amor de su vida. Se fue a Estados Unidos y se hizo hippy y pacifista y, aunque nunca fue a la universidad, llegó a enseñar poesía en una de ellas.

Y resulta que Gloria, además de escribir poesías para los mayores, inventó también un sinfín de poemas para los pequeños, porque como ella siempre decía:

—A los poetas les pasa lo mismo que a los niños de dos años: son muy buenos, pero no se les entiende nada.

Así que, cuando volvió a España, se convirtió en una estrella gracias a ellos. Gloria leía por la tele sus poemas y los niños de toda España la escuchaban boquiabiertos mientras se tomaban la merienda, porque aquella señora de pelo blanco y muy corto les contaba cosas de la vida como si fueran adultos y no les hablaba como si se hubiesen quedado tontos.

Se sentaba frente a una mesa camilla o en una enorme butaca, abría sus libros y, a través del televisor, enseñaba a los niños a soñar y, mientras les hacía reír, llenaba sus cabecitas de pensamientos y emociones que sus padres ni siquiera sabían que entendían.

También iba a verlos a sus pueblos y ellos acudían entusiasmados para que Gloria les contara una y otra vez la historia de cuando nació, la de La gata chundarata y la de La oca loca y para que les enseñara con sus palabras cómo dibujarlo todo.

Un día de noviembre, cuando tenía ochenta y un años, Gloria no se despertó. Entonces, sus amigos se reunieron en su casa y descubrieron que la poeta había ganado mucho dinero escribiendo y leyendo sus poemas. Y resulta que, la muy cuca, había dejado dicho que toda esa fortuna había que llevarla a La Ciudad de los Muchachos, que es un lugar en el que cuidan a niños y niñas que no tienen dinero o que se han quedado sin papás. Esa fue su forma de devolverles todo el cariño que los pequeños le habían dado.

Y así fue como Gloria Fuertes, con el viento en contra, se convirtió en una de las grandes poetas de la España de los años 50 y todo un icono para más de una generación de niños y niñas que, gracias a ella, aprendieron a soñar mientras rimaban sus palabras.

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GLORIA FUERTES

Nacida en Madrid el 28 de julio de 1917, Gloria Fuertes fue una poeta ligada al movimiento literario de la Primera generación de posguerra, que la crítica ha unido a la Generación del 50​​ y al movimiento poético denominado postismo. Fue un personaje muy popular gracias a la poesía infantil, que la llevó a la televisión. Murió en Madrid el 27 de noviembre de 1998.