La gran oportunidad de Montserrat Caballé
Nació Montserrat en una familia sencilla y trabajadora, sin apenas oportunidades. Solía escuchar a los mayores:
—Los que tienen poco, no llegan lejos.
Su vida había peligrado antes de nacer y sus padres hicieron una promesa a la Virgen de Montserrat: si nacía sana, la llamarían Montse, y así es como tuvo su primera oportunidad en la vida.
Desde muy joven, empezó a trabajar en una pequeña tienda remendando medias y allí trabó amistad con un ratoncito al que llamó Puccini, como el compositor. Puccini siempre aparecía cuando oía a Montse cantar, se acurrucaba en un calcetín y la miraba con ojos grandes y embelesados. Cuando no le cantaba, Montse le ponía la radio y escuchaban juntos a las más grandes divas de la ópera como María Callas o Renata Tebaldi. La música estaba siempre presente en su vida, se dormía y se despertaba con ella. En la tienda, le decían:
—Montse, van a llegar las clientas. Deja de cantar. De la música no se vive.
Ella le cantaba a Puccini:
—Amiiiigo mío, vooooy a llenar teatros, DO, RE, MI. Demooooostraré que con esfueeerzooo todo se consiiiiigue.
Trabajaba y estudiaba y, en sus ratos libres, iba a la puerta del Liceo, el teatro más importante de Barcelona, y escuchaba las óperas desde la calle de Las Ramblas. Soñaba con cantar ante el gran público, aunque sabía que nunca habría un público más agradecido y entregado que su querido Puccini. En la tienda, el ratoncito hizo correr la voz y pronto fueron muchos más los ratoncitos que acudían a escuchar su canto melodioso cada tarde. Montserrat les puso los nombres de sus compositores favoritos: Verdi, Wagner, Tchaikovsky… todos se deleitaban y emocionaban con su voz. Le pedían:
—Montse, llévanos contigo cuando seas una diva. Queremos ir a La Scala de Milán; al Bolshoi de Moscú y cruzar el charco e ir al Teatro Colón de Buenos Aires. —Y ella les respondía con un do de pecho:
—¿Cómo voy yo a abandonaroooos, a mi público más fieeeeel y queriiiiiido?
Pasaron los años y logró éxitos a pesar de las dificultades. Estudió música y canto en el conservatorio, donde aprendió a leer la música en las partituras y a saber usar su hermosa voz. Se esforzaba tanto que obtuvo una beca e hizo sus primeros conciertos de ópera en Italia. Finalmente debutó en el Liceo, su gran sueño, con Arabella de Strauss. Aquel día Montse estaba pletórica, pero, a la vez, algo le impedía disfrutar del todo de su gran momento. Un día, después de un concierto, se paró frente a un escaparate y vio a un ratoncito correr.
—¿Dónde estarán mis queridos ratoncitos? ¿Cómo puedo haber olvidado a mi público más fiel? —Dijo Montse entre sollozos llenos de melancolía.
Y entonces llegó la gran oportunidad, la que le habían negado por sus orígenes humildes. Fue en el teatro Carnegie Hall de Nueva York, el día en que tuvo que sustituir a una soprano interpretando Lucrezia Borgiade Donizetti.
Montserrat cantó de maravilla y fue largamente ovacionada. Su interpretación fue tan espléndida que la hizo famosa en el mundo de la ópera. Fue una noche de inmensa alegría y esta vez, la melancolía desapareció.
Lo que pasó esa noche es un secreto jamás desvelado hasta ahora. Lo que nadie sabe es que debajo de esos grandes vestidos con pliegues y vuelos que luce Montserrat en los escenarios, se esconden siempre Puccini y un ejército de ratoncitos que la acompañan allá adónde va y que estaban con ella la noche de su gran oportunidad.
Y así fue como Montserrat Caballé se convirtió en una de las mejores sopranos de la historia de la ópera y demostró que todos, hasta los que menos oportunidades tienen, pueden alcanzar sus sueños si los desean de verdad y nunca se rinden.