Lola Cañamero, la entrenadora de robots inteligentes

CUENTO: RAFAELA CAMPANI | ILUSTRACIÓN: SARA RODRÍGUEZ CARO

Lola era una niña muy muy curiosa. Creció en un pequeño pueblecito de Segovia, muy cerca de arroyos y montes donde se pasaba horas y horas observando los animales.

—Papá, ¿por qué los perros mueven la cola cuando están contentos? ¿Por qué canta el gallo cuando sale el sol? ¿Por qué los pájaros salen volando cuando me acerco a ellos? ¿Por qué los animales no hablan como yo?

El mundo le parecía un lugar fantástico lleno de maravillas por descubrir y Lola se hacía preguntas que casi nadie se hacía y que muy pocos sabían responder.

Por suerte, el papá y la mamá de Lola eran maestros, así que animaban a la pequeña a seguir haciendo preguntas y le enseñaban libros donde podía buscar las respuestas.

—¿Puedo ir a clase contigo hoy? —le preguntaba a su madre.

Le encantaba estar en las aulas mucho antes de cumplir los años para ir al cole, y a menudo se escapaba a la biblioteca para ver las fotos y dibujos de los animales.

—¡Cuando sea mayor voy a ser bióloga, mamá! —decía la niña amante de los animales y de los libros.

Lola creció y la idea de ser bióloga se quedó pequeña en sus sueños. No solo le interesaban los animales, cada vez era más curiosa y se hacía más preguntas:

—¡Quiero entender el mundo, a las personas! ¿Por qué sonreímos cuando estamos contentos y lloramos si nos ponemos tristes? ¿Qué son las emociones? ¿Para qué sirven? ¿Y la inteligencia?

Así que decidió estudiar filosofía en la universidad, una carrera que le permitiría encontrar las respuestas a todas aquellas preguntas… tenía tantas ganas de entender cómo pensamos que se puso a investigar sobre filosofía de la mente.

Un día cayó en sus manos un libro que trataba de un tema extraño: la inteligencia de las máquinas. Como era algo muy nuevo, a Lola enseguida le encantó.

—¡Quiero saber cómo la inteligencia artificial puede ayudar a imitar el pensamiento y las emociones humanas! ¡Voy a enseñar a los ordenadores a pensar!

 

 

Preparó su maleta y voló a París a estudiar sistemas informáticos. Ahí fue cuando conoció al experto Yves Kodratoff:

—Lola, debes perseguir tus sueños, luchar. No te atasques —decía su director de tesis cuando la veía despistada.

Sabía que Lola era una chica muy lista y que podría conseguir lo que se proponía. Confiaba en Lola, con su capacidad y curiosidad llegaría muy lejos.

Y así fue. Lola conoció el mundo de los robots, empezó a estudiar robótica y se doctoró en ciencia computacional. Entonces fue cuando se hizo la gran pregunta:

—¿Se puede enseñar a los robots a pensar y a emocionarse como lo hacemos las personas?

La respuesta a esta pregunta es “Sí”. Hoy, Lola es una científica que enseña emociones a robots para que tomen decisiones por sí solos. Creó a Nao, el primer robot capaz de demostrar sentimientos; Nao se pone triste, contento o siente miedo y busca un abrazo de consuelo o una sonrisa de complicidad.

Lola lo logró inspirándose en los animales que observaba cuando era pequeña y también fijándose en los niños humanos.

Y así es como Lola Cañamero ha conseguido dar respuesta a nuevas preguntas y se ha convertido en una científica que enseña a los robots a conmoverse y comportarse como lo hacemos los humanos.

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Lola Cañamero

Lola Cañamero Matesanz es científica. Doctora en Filosofía, es especialista en Inteligencia Artificial y estudia el comportamiento emocional de los robots. Es profesora en The School of Computers Science' de la Universidad de Hertfordshire, en Londres, donde dirige la investigación "Crear y modelar emociones en robots".