Luz Rello, la niña con dislexia que consiguió todo lo que se propuso
La profesora sentó a los niños en círculo.
—Hoy vamos a leer —dijo mientras repartía unas fichas—. Iremos en orden y cada uno leerá una palabra.
Luz miró el papel que le había dado su profesora, exactamente igual que el de sus compañeros. En él había cuatro dibujos: un bote, un dado, un pato y un queso, y debajo de cada dibujo, una palabra escrita.
¡Qué nervios! Luz quería hacerlo muy bien, así que decidió practicar para cuando le llegara el turno. Miró las palabras concentrada. Veía las letras, veía una “p”, veía una “a” …, pero por mucho esfuerzo que hacía, no conseguía leer la palabra completa. ¿Qué estaba pasando? No podía ser, lo intentó otra vez: “p” … “a” … Los demás niños iban leyendo sin problemas, pero ella ¡nada! No podía leer lo que estaba escrito, ¡y le iba a tocar ya su turno!
“A ver”, pensó Luz, “si cuento cuántos niños faltan… 1, 2, 3, 4… pues me va a tocar la misma palabra que a Paula. Voy a prestar mucha atención a lo que lea ella y digo lo mismo.”
Entonces Paula leyó en alto:
—Pata.
Y Luz, tres niños después, repitió:
—Pata.
La profesora movió la cabeza en señal de aprobación y dijo:
—Muy bien, Luz.
Pero no, no estaba bien. Luz sabía que no había conseguido leer aquella palabra por sí misma, aunque la profesora no se hubiera dado cuenta.
Desde ese día, Luz pensó que era menos inteligente que el resto de sus compañeros. Así que decidió aprenderse las palabras de memoria para que nadie notara que en realidad no las podía leer bien.
Con el tiempo, los cursos empezaron a ser más y más difíciles y llegó un momento en que aquello dejó de funcionar y Luz empezó a sacar malas notas, porque te puedes aprender algunas cosas de memoria, pero todo, todo… ¡fiuf!
Ella se esforzaba muchísimo, porque quería ser como los demás, y practicaba en los recreos, practicaba en casa, en la bañera, en la cama, desayunando… pero suspendía.
Su sueño de ser investigadora estaba cada vez más lejos –¡Ah! sí, que no os lo había contado, Luz quería ser investigadora, como Marie Curie, pero ¿cómo iba a ser investigadora si ni siquiera era capaz de leer y escribir bien? –.
—Quizá es que no es muy lista —comentaban unos.
—Yo creo que es despistada —afirmaban otros.
—Nada de eso, no lo entendéis —dijo un día una profesora muy perspicaz—. Lo que le pasa a Luz es que tiene dislexia.
—¡¿Que tiene qué?! —se oyó en todo el colegio.
—Dislexia —repitió la profesora—. Es una dificultad específica del aprendizaje que afecta a la lectura y a la escritura, pero no afecta a la inteligencia.
—¿Cómo? Entonces, ¿soy tan inteligente como el resto de mis compañeros? —preguntó Luz.
—Claro —respondió la profesora—, tu cabeza es tan normal como la de cualquier persona, solo que tienes una dificultad para leer y escribir, pero no te preocupes porque tiene solución: con trabajo específico y esfuerzo, llegarás a ser lo que quieras en la vida.
—¿Podré ser investigadora?
—Podrás ser lo que quieras si te esfuerzas, como todo el mundo.
Y ¿sabéis qué? Que aquella profesora tenía razón. Porque ahora Luz es licenciada en Lingüística –¡una chica con dislexia! –, doctora en Ciencias de la Computación y… tachán, tachán ¡investigadora!
Trabaja con inteligencia artificial y crea aplicaciones informáticas que ayudan a los niños y a las niñas con dislexia a superar sus dificultades, para que puedan ser en sus vidas todo aquello que deseen.
—Que nunca se os olvide —nos dice Luz—, si alguien os dice que no podéis, se equivoca.
Y así fue cómo Luz Rello, con mucho trabajo y confianza en sí misma, no solo superó su dificultad, sino que hizo de ella una oportunidad para mejorar. Luz se ha convertido en una de las personas que más sabe sobre la dislexia del mundo y ha dedicado todos sus esfuerzos para lograr que la dislexia no impida a ningún niño o niña seguir aprendiendo y alcanzar sus metas.