María Blanchard, la gran dama del cubismo
Hace muchos años, en el siglo XIX, nació en Santander una niña a quien sus padres llamaron María.
Durante el embarazo su madre se cayó al bajar de un coche de caballos y por eso María sufrió una doble desviación de columna que deformó su cuerpo.
María creció acostumbrada a las miradas de los demás, a que la señalaran con el dedo y a que los otros niños la llamaran bruja. Pero desde muy pequeñita también, descubrió algo que aliviaba el dolor que le provocaba su enfermedad y le hacía sentirse bien: María pintaba y dibujaba durante horas y horas las flores de los hermosos jardines de su ciudad, tanto y tan bien que cuando se hizo mayor, sus padres le animaron a viajar a Madrid para estudiar con el artista Emilio Sala, un pintor muy respetado y conocido en la época.
Su maestro le enseñó los secretos del color y de las formas.
En aquella época había muy pocas mujeres artistas, pero en Madrid María descubrió que el arte sería su vida. Pronto todos reconocieron su gran talento y empezó a exponer y vender sus cuadros.
Ganó varias medallas, conoció a los más importantes pintores de entonces.
Sus amigos pintores le decían:
—María, tienes que viajar a París. Allí están los artistas más vanguardistas del mundo.
Así que hasta París se fue María.
—Tan menudita como era, con el pelo castaño despeinado en flotantes vuelos y con su mirada de niña —así la describió una vez uno de sus amigos artistas.
En París descubrió la libertad y el Cubismo, una nueva forma de pintar que fascinó a María. Conoció a genios de la pintura como Diego Rivera y Juan Gris y por fin fue feliz. Pintaba, exponía, le concedían premios y se valoraba su arte. Hasta Paul Claudel le dedicó un poema a uno de sus cuadros.
Su maltrecho cuerpo no frenó sus ganas de seguir aprendiendo y pintando, así que viajó a Londres y Bruselas, aunque para ello tuvo que empeñar los objetos de plata heredados de su familia.
Pero llegó un día en el que su cuerpo no pudo más y su salud se debilitó definitivamente.
—Si vivo, voy a pintar muchas flores —dijo antes de morir.
María no pudo volver a pintar, pero nos dejó muchos cuadros con flores, retratos y otros dibujos en los principales museos del mundo que demuestran que cualquier sueño se puede hacer realidad si nos esforzamos y lo acompañamos de ilusión.
Y así fue como María Blanchard se convirtió en una de las más importantes pintoras vanguardistas del siglo XX.