María Blasco, el sueño de vivir más para saber más

CUENTO: RAQUEL MARCOS | ILUSTRACIÓN: JAVIER TASCÓN

María nació en un pueblito de Alicante, y creció entre viñas y campos de almendros y aceitunas. Era una niña inquieta y con mucha determinación, y tenía una gran pasión: investigar y descubrir cosas nuevas. Siempre quería saber más. Le gustaba imaginar que era una exploradora que se adentraba en territorios que nadie había pisado antes, o que era una gran investigadora que descubría secretos escondidos.

En su pueblo, Verdegás, todo el mundo la conocía. Los trescientos habitantes, todos ellos, estaban seguros de que María conseguiría lo que se propusiera porque no se detenía ante nada, y siempre, siempre, quería saber más. Si veía una araña fabricando su tela quería saber por qué y cómo lo hacía; cuando lo descubría, quería conocer de qué estaba hecha la tela; cuando lo averiguaba, se preguntaba si todas las telas de araña tenían la misma forma, y cuando sabía que había telas en forma de embudo, de cortina o de sábana, aún quería saber más y más. Así era María.

Como le divertía tanto saber cosas, todo tipo de cosas, le encantaba aprender de música, de arte, de literatura, de cine o de historia. Y también de ciencia: un día pidió a sus padres un juego de química, pero era tan grande su curiosidad que aún estaba muy lejos de decidir qué quería ser de mayor. ¿Letras o ciencias? ¿Pintura o literatura? ¿Rock o música clásica? ¿Mar o campos infinitos?

—Si a mí me gusta todo y quiero saberlo todo y conocerlo todo, ¿cómo voy a elegir? —pensaba María.

Así crecía María, investigando e investigando, descubriendo y descubriendo. Como una exploradora o una detective. Llegó al instituto y aún no sabía qué quería ser de mayor.

—Solo sé que quiero saber más.

Un día, un profesor explicó qué era la biología molecular y la ingeniería genética. Y María se dijo por primera vez:

—¡Eureka! ¡Ya sé lo que quiero ser! Quiero ser científica y saber cómo funcionamos las personas y por qué a nuestro cuerpo le pasan las cosas que le pasan.

Y así se propuso saberlo todo sobre las células, que son las partículas más pequeñas de las que estamos hechos todos los seres vivos.

Como María tenía tanta determinación, estudió y se marchó de su pueblito rumbo a la ciudad y de ahí rumbo a una ciudad todavía más grande, Nueva York.

Dos importantes científicas la acogieron en sus laboratorios y así María aprendió que las chicas pueden ser grandes investigadoras y también que un laboratorio es como una cabaña en el árbol: un refugio donde todo es posible.

Investigando las células, María descubrió la telomerasa, un gen que lo mismo sirve para conseguir que vivamos 140 años que para avanzar en la lucha contra enfermedades como el cáncer.

—¡Eureka! —volvió a decir María, feliz.

Porque sabía que cuantos más años vivamos y más sanos estemos, más tiempo tendremos para investigar y descubrir más y más cosas importantes.

Y así fue como María Blasco, una exploradora de la Ciencia, cumplió su sueño: descubrir los secretos escondidos dentro de nosotros mismos. Ahora dirige el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y es una de las científicas más reconocidas del mundo.  

COMPARTIR ESTE CUENTO

María Blasco

María Blasco es una científica que desde el 22 de junio de 2011 dirige en España el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas.