María Moliner, todas las palabras del mundo

CUENTO: ADRIANA HERREROS | ILUSTRACIÓN: CLARA MONTAGUT

La niña María Juana Moliner Ruiz vino al mundo en una fecha extraordinaria, recién estrenado el siglo: el 31 de marzo de 1900. Y vino a nacer en Paniza, Zaragoza, un pequeño pueblo en lo alto de un cerro rodeado de viñas, entre dos ríos. Cuentan que ese fue un año muy normal, a pesar de todo.

Pronto, cuando la pequeña María tiene cuatro años, la familia al completo se traslada a vivir a Madrid.

Enrique Moliner Sanz, Enrique padre, médico de profesión, era un hombre de ideas modernas, liberales, tenía muchísimos libros e iba muy elegante.

Quiso así que su hijo y sus hijas estudiaran en un cole nuevo, distinto y muy especial, rodeado de un jardín enorme por el que se paseaba mucho: la Institución libre de Enseñanza (la Insti). Un colegio bastante mágico, lleno de sabios y sabias, donde María aprendió cosas fascinantes, un montón de palabras nuevas, a leer y a escribir. Y donde aprendió también que todos los niños y todas las niñas tienen derecho a saber leer y a saber escribir. Y eso lo cambió todo.

—Mamá, quiero trabajar en el sitio donde viven las palabras. Quiero conocerlas todas.

—Todavía falta mucho para eso, María. Termínate la merienda.

Hace no tantos años, las niñas abandonaban muy pronto la escuela, antes que los niños, para ayudar a la familia en las tareas de casa y cuidar a sus otros hermanos. Pero la joven María Moliner logra seguir estudiando e ir a la universidad. Cumple su sueño y se matricula en la facultad de Filosofía y Letras para conocerlo todo sobre todas las palabras.

Era algo muy, muy raro escuchar voces y risas femeninas en las aulas universitarias:

—¡Solo somos cinco chicas en mi clase! Y los chicos salen a nuestro encuentro, nos ceden el paso y nos sujetan la puerta. Yo preferiría pasar desapercibida.

En solo dos años –¡un tiempo récord!– termina la carrera con sobresaliente.

María no quería una vida normal. Era atrevida, tenaz, curiosa, amaba las palabras y las plantas.

—¡Hay tanto que aprender! —pensaba inquieta.

Fue la sexta mujer en conseguir plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Y la más joven.

Y trabajó en todos esos sitios donde viven las palabras, las viejas y las nuevas. Fue archivera, maestra de gramática y literatura, pedagoga, puso en pie decenas de bibliotecas, repartió miles de libros y fomentó la lectura. También se casó y tuvo hijos.

Después vino la guerra, una demasiado larga. Y los años de después de una guerra, que siempre son peores para los vencidos. Y María perdió su trabajo atesorando palabras. Se le rompió un poco el corazón.

Pero este cuento no acaba aquí: casi, casi comienza ahora.

Llegaba esa hora difícil de la tarde y María se sentía vacía, triste. Así que un buen día, cogió un papel, se sentó y empezó a escribir un diccionario. Un libro con todas las palabras. El más completo y claro porque no solo explicaba su significado, sino también cómo se usan.

Las palabras, todas ellas, le bailaban en la cabeza. Ahora, por fin, era momento de ordenarlas, de contar todo lo aprendido, de explicarlas mejor a través de sinónimos y palabras afines.

—Lo haré en dos años —dijo cuando empezó.

Pero tardó quince años en escribir su diccionario. Y lo hizo en la calle Don Quijote de Madrid, y esto es bastante bonito. Escribía todos los días, sola y a lápiz. Dos tomos y unas 3.000 páginas en total, con 190.000 definiciones de palabras claras y sin pretensiones.

 

Y así fue como una de las mentes más excepcionales de nuestro país, María Moliner, escribió una de las obras fundamentales de la lengua castellana, un diccionario único, el más útil, completo y audaz: el Diccionario de uso del español.

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María Moliner

María Moliner Ruiz fue bibliotecaria, filóloga y lexicógrafa y autora del Diccionario de uso del español.