María Zambrano, la filósofa a la que le gustaban las flores… y los gatos

CUENTO: MARÍA JESÚS ESPINOSA DE LOS MONTEROS | ILUSTRACIÓN: RUTH MARTÍN

A María, desde bien pequeña, las ideas le salían de la cabeza como aquellas flores que brotaban en casa de su abuelo Diego.

Un día, mientras María estaba de vacaciones con su abuelo, ocurrió algo que le acompañaría siempre. De repente, mientras jugaba, María se sintió mal. Su cuerpo empezó a moverse tan rápido como las locomotoras cuando emprenden la marcha; sentía que sus manos y sus piernas temblaban como un flan; las palabras, esas con las que siempre le gustaba jugar, apenas salían de su boca. María acaba de sufrir el primero de una serie de ataques que marcarían su vida. María era tan frágil como los pétalos de aquellas flores que cuidaba en casa del abuelo.

A partir de ese día, a María le dio por querer descubrir el sentido de las cosas: ¿qué son realmente las personas? ¿y los animales? ¿en qué nos diferenciamos unos de otros? ¿qué pasa cuando nos morimos? ¿qué es el alma? ¿dónde se va?

Cuando María tenía siete años nació su hermana Araceli. Aquel fue el día más feliz de su vida.

—¡Papá, mamá, me habéis hecho el mejor regalo de mi vida!

María y su hermana Araceli fueron las mejores amigas durante toda la vida y juntas compartieron siempre una gran pasión por los gatos, sus animales favoritos.

Los padres de María y Araceli eran profesores, así que la familia tuvo que trasladarse muchas veces de ciudad. En una de esas ciudades, años más tarde, María conoció a un primo suyo que se llamaba Miguel.

Miguel estudiaba filosofía y escribía poesía. María y Miguel se hicieron muy amigos y pasaban mucho tiempo juntos: María le contaba todas sus ideas a Miguel y Miguel le leía todas sus poesías a María. Una tarde, María le anunció a su primo un gran descubrimiento:

—He descubierto qué es la filosofía.

—¿Ah sí? ¿Y qué es? Le preguntó Miguel entre risas.

—Pues usar la inteligencia para hacerse preguntas. ¿Y quieres saber qué más he descubierto?

—¡Claro! ¿Qué más?

—Pues que la poesía es responder a esas preguntas, pero no con la cabeza, sino con el corazón.

María era muy inteligente, muy curiosa y entusiasta. Por eso, decidió estudiar Filosofía y descubrir por sí misma el sentido de las cosas. Estudió cuando casi ninguna otra chica lo hacía, cuando lo de estudiar era solo cosa de chicos. Pronto demostró que podía ser igual de lista que ellos, ¡o más!

Se enamoró de Alfonso, un chico que acabaría siendo su marido. Cuando estalló la guerra se marcharon juntos huyendo de las bombas. Vivió en países lejanos como México, Cuba, Puerto Rico, Italia o Francia. Durante todos esos años de exilio, María se dedicó a responder a todas las preguntas que se hacía desde pequeña y a encontrar respuestas únicas que nadie había pensado antes, con la razón de la inteligencia y con la poesía del corazón. Y también a seguir cuidando de sus flores y de sus gatos.

Pero María nunca se olvidó de su tierra. Cuando ya era muy mayor y tenía todo el pelo blanco volvió al pueblo donde había nacido. Regresó acompañada de su ejército de gatos y convertida en una de las mujeres más importantes de todo el mundo.

Y así fue como María Zambrano llegó a ser una de las pensadoras más importantes del siglo xx y consiguió el Premio Príncipe de Asturias, el único que ganan las personas más inteligentes. María era una de ellas.

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María Zambrano

Nacida en Vélez-Málaga el 22 de abril de 1904, María Zambrano fue pensadora, filósofa y ensayista pero su extensa obra no fue reconocida en España hasta el último cuarto del siglo XX, después de un largo exilio. Recibió los máximos galardones que se entregan en nuestro país: fue Premio Príncipe de Asturias en 1981 y Premio Cervantes en 1988.​ Murió en Madrid el 6 de febrero de 1991.