Pilar Careaga, la maquinista valiente que no temía lo nuevo

CUENTO: PILAR VELASCO | ILUSTRACIÓN: MARÍA REQUENA

Ese día, en el tren que iba de Madrid a Bilbao había un revuelo fuera de lo habitual. Los pasajeros cuchicheaban y empezaban a asomarse por las ventanillas del vagón.

—¿Qué pasa?

—Dicen por ahí que una mujer va conduciendo la locomotora…

—¿Una mujer maquinista? No puede ser.

Al llegar a la siguiente estación, ya no quedaba ni un pasajero sentado en su asiento, todos intentaban ver algo por las ventanillas del tren.

Al parecer había un reportero y un fotógrafo entrevistando a una chica joven, vestida como si fuera a pilotar un avión: pantalón bombacho, chaqueta azul, y unas enormes gafas colocadas sobre la cabeza.

—Señorita, ¿qué se siente al ser la primera mujer maquinista de la historia?

Pilar ya estaba acostumbrada a que le preguntaran esas cosas. En esa época, casi ninguna chica estudiaba en la universidad, pero ella lo tenía claro desde pequeña. Siempre le habían encantado las matemáticas y la mecánica y a los trece años ya había decidido que quería ser ingeniera industrial. Su padre le advirtió que tendría que estudiar mucho, pero eso no le asustaba. Pilar pasó todos los cursos y al llegar al último, tenía que hacer prácticas. Ella las hizo nada más y nada menos que conduciendo el ferrocarril.

Mientras revisaba las enormes ruedas de la locomotora la gente la miraba de reojo. A todos les sorprendía la seguridad de la joven ingeniera. Apoyaba un pie sobre la armadura metálica del vagón, movía la palanca de cambios y, con sus grandes guantes amarillos, manipulaba con esfuerzo el regulador. Al terminar se sacudió las manos satisfecha:

—¡Todo listo!

Un grupo de niñas que paseaba por la estación se acercó a Pilar. Se pararon frente a ella y la miraron de arriba abajo.

—¿Eres un chico o una chica? —le preguntaron.

—Una chica, dijo Pilar.

—Pero las chicas no llevan pantalones, ni conducen trenes.

—¿Y eso quién lo ha dicho? Yo creo que las chicas pueden hacer lo que quieran, solo tienen que proponérselo. Así que ya podéis ir pensando qué queréis hacer cuando seáis mayores.

—¿Y acabar llenas de polvo como tú?

—Ah, yo también odio el carbón, no se va hasta el cuarto o quinto baño. Pero qué me decís de llevar a la gente de una ciudad a otra, de ver tantos paisajes, ciudades y pueblos, y de atravesar el viento a toda velocidad sobre esta máquina de acero.

Las niñas se fueron, no muy convencidas.

El reportero le pidió que posara para otra foto.

—Y dígame, señorita, ¿no piensa usted casarse? —le preguntó el reportero.

—¡Pues claro! en cuanto termine las prácticas y la carrera y encuentre un trabajo, seguro que tendré más tiempo libre.

Entre foto y foto, Pilar subió al vagón, arrancó la locomotora de vapor y el tren siguió su camino hacia Bilbao a toda máquina.

Y así fue como Pilar Careaga y Basabe se convirtió en la primera ingeniera de España -dio nombre al curso que se conocería como “la promoción de Pilar”- y en la primera mujer en conducir una locomotora. Y no solo eso, también se dedicó a la política, ¡y hasta fue alcaldesa! Pero esa ya es otra historia…

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Pilar Careaga y Basabe

Nacida en Madrid en 1908 en una familia de la alta burguesía bilbaína, Pilar Careaga se convirtió en los años veinte (1929) en la primera mujer española en licenciarse en ingeniería industrial. Al completar sus prácticas de carrera, fue la primera mujer en conducir un ferrocarril, en pleno esplendor de la máquina de vapor. Admirada por sus compañeros, su curso en la Escuela de Madrid sería conocido como “la promoción de Pilar”. Una vez licenciada, Careaga se dedicó a la política. Fue la primera mujer diputada provincial de Vizcaya, la primera alcaldesa de Bilbao en 1969 (la única hasta hoy) y pionera como regidora de una capital de provincial en España durante el franquismo.