Teresa Cabarrús, o cómo la Revolución Francesa tuvo heroínas

CUENTO: ROCÍO MARTÍNEZ-SEMPERE | ILUSTRACIÓN: JOJO CRUZ

«Yo mañana voy a morir en la guillotina, pero lo que me mata es tu cobardía.»

Esta carta que Teresa Carrabús escribió a su amante Taillen horas antes de morir decapitada, cambió el destino de Francia y seguramente el de todos nosotros. Cuarenta y ocho horas tardó Taillen en articular el golpe que acabaría con Robespierre, salvaría a Teresa y bifurcaría los acontecimientos que conocemos como historia. La llaman la más bella carta de amor jamás escrita, pero convendría no confundirnos: no es amor, es política.

Teresa era una niña que soñaba con ser princesa. Creció en un palacio de Carabanchel, en Madrid, en la corte del rey Carlos III.

—Yo seré una princesa muy bella, luciré elegantes vestidos y me casaré con un príncipe —decía la pequeña Teresa.

Los papás de Teresa también soñaban con que su amada hijita llegara a ser una gran dama de la alta sociedad, así que la educaron para ello. Teresa aprendió francés e italiano, tocaba el arpa y tenía gustos refinados. Cuando fue un poco mayor, la enviaron a París, la ciudad más fascinante y glamurosa del mundo, para que casara con un aristócrata.

Teresa no tardó en cumplir su sueño de encontrar marido y celebró una gran boda con un joven marqués de buena posición. Muy pronto, y ya madre de un niño, destacó como una de las damas de la alta sociedad parisina más admiradas. Era cautivadora, culta, inteligente y divertida y sus fiestas eran grandes acontecimientos en la ciudad. Los más importantes artistas, intelectuales y políticos de París acudían a ellas.

Pero no todos en París tenían una vida tan divertida. Mientras los reyes y su corte se entretenían en fiestas, el resto del pueblo, analfabeto y pobre, trabajaba muy duro y pasaba hambre.

Más de una vez oyó Teresa en los salones de su casa parisina hablar a sus invitados de ello:

—Señores, Francia necesita justicia e igualdad y una sociedad más moderna. ¡Abajo la monarquía!

Cada vez fueron más los que defendían estas ideas liberales y cada vez lo hacían más alto hasta que llegó el día en que todo París pedía a gritos en las calles ¡igualdad, libertad y fraternidad! La revolución había llegado. Y ya fue imparable el grito del pueblo pidiendo la cabeza de los reyes y de toda su corte de aristócratas.

El marido de Teresa huyó dejándola sola con su hijo y ella buscó refugio lejos de París. Desde allí vio cómo los reyes de Francia fueron condenados a morir en la guillotina y cómo, en nombre de la revolución, cualquier sospechoso de ser amigo de los reyes corría la misma suerte.

Al frente del gobierno revolucionario estaba un tal Robespierre, un tipo enloquecido y sanguinario que quería guillotinar a todos los aristócratas sin dejar a uno solo.

La caída de la monarquía también hizo caer el sueño de esta niña que conocemos como ‘Nuestra señora de Termidor’. Y decidió dejar de ser princesa de una corte para serlo de su propia vida.

Teresa vivía ahora en una pequeña ciudad llamada Burdeos. Ya no iba a fiestas ni vestía sus elegantes vestidos. Públicamente, aparentaba defender los ideales revolucionarios, pero secretamente actuaba como una espía y cuando averiguaba que alguno de sus amigos había sido encarcelado, intercedía para liberarlo. Decidió estar con tantos hombres como le apeteciera. Fue pionera en rellenar solicitudes de divorcio. Y en redactar maravillosos discursos sobre la importancia de la educación para que sus poderosos amantes los volvieran realidad.

Robespierre envió a Burdeos a un miembro del gobierno revolucionario. Se llamaba Tallien. Para llevar a cabo su plan, Teresa tenía que ganarse su confianza. Lo hizo tan bien que Tallien terminó enamorándose de ella. Con su astuto plan logró salvar la vida de muchas personas, pero el riesgo que corría era muy alto y al final no pudo evitar ser detenida y condenada a muerte.

Desde su oscura y solitaria celda, mientras esperaba la muerte, Teresa tomó una última resolución. Escribió a Tallien la carta en la que le hablaba desde lo más profundo de su corazón:

«Yo mañana voy a morir en la guillotina, pero lo que me mata es tu cobardía.»

Las palabras de Teresa conmovieron tanto a Tallien que no solo la liberó de su prisión, sino que decidió denunciar los terribles actos de Robespierre. Gracias a ello, se puso fin a la etapa más sangrienta de la Revolución Francesa.

Y así fue como Teresa, la niña que quería ser princesa, acabó haciendo política. Con astucia y valentía, consiguió valerse por sí misma y hacer lo que creía y lo que le convenía, salvando la vida de muchos e influyendo en los acontecimientos de una de las épocas más decisivas de la historia.

COMPARTIR ESTE CUENTO

TERESA CABARRÚS

Nacida en el barrio madrileño de Carabanchel el 1 de julio de 1773, Teresa Cabarrús consiguió salvar a numerosos prisioneros franceses de la guillotina de Robespierre y se la considera pieza clave en la transición política de Francia.