Pilar Careaga, la maquinista valiente que no temía lo nuevo

CUENTO: PILAR VELASCO | ILUSTRACIÓN: MARÍA REQUENA

Ese día, en el tren que iba de Madrid a Bilbao había un revuelo fuera de lo habitual. Los pasajeros cuchicheaban y empezaban a asomarse por las ventanillas del vagón.

—¿Qué pasa?

—Dicen por ahí que una mujer va conduciendo la locomotora…

—¿Una mujer maquinista? No puede ser.

Al llegar a la siguiente estación, ya no quedaba ni un pasajero sentado en su asiento, todos intentaban ver algo por las ventanillas del tren.

Al parecer había un reportero y un fotógrafo entrevistando a una chica joven, vestida como si fuera a pilotar un avión: pantalón bombacho, chaqueta azul, y unas enormes gafas colocadas sobre la cabeza.

—Señorita, ¿qué se siente al ser la primera mujer maquinista de la historia?

Pilar ya estaba acostumbrada a que le preguntaran esas cosas. En esa época, casi ninguna chica estudiaba en la universidad, pero ella lo tenía claro desde pequeña. Siempre le habían encantado las matemáticas y la mecánica y a los trece años ya había decidido que quería ser ingeniera industrial. Su padre le advirtió que tendría que estudiar mucho, pero eso no le asustaba. Pilar pasó todos los cursos y al llegar al último, tenía que hacer prácticas. Ella las hizo nada más y nada menos que conduciendo el ferrocarril.

Mientras revisaba las enormes ruedas de la locomotora la gente la miraba de reojo. A todos les sorprendía la seguridad de la joven ingeniera. Apoyaba un pie sobre la armadura metálica del vagón, movía la palanca de cambios y, con sus grandes guantes amarillos, manipulaba con esfuerzo el regulador. Al terminar se sacudió las manos satisfecha:

—¡Todo listo!

Un grupo de niñas que paseaba por la estación se acercó a Pilar. Se pararon frente a ella y la miraron de arriba abajo.

—¿Eres un chico o una chica? —le preguntaron.

—Una chica, dijo Pilar.

—Pero las chicas no llevan pantalones, ni conducen trenes.

—¿Y eso quién lo ha dicho? Yo creo que las chicas pueden hacer lo que quieran, solo tienen que proponérselo. Así que ya podéis ir pensando qué queréis hacer cuando seáis mayores.

—¿Y acabar llenas de polvo como tú?

—Ah, yo también odio el carbón, no se va hasta el cuarto o quinto baño. Pero qué me decís de llevar a la gente de una ciudad a otra, de ver tantos paisajes, ciudades y pueblos, y de atravesar el viento a toda velocidad sobre esta máquina de acero.

Las niñas se fueron, no muy convencidas.

El reportero le pidió que posara para otra foto.

—Y dígame, señorita, ¿no piensa usted casarse? —le preguntó el reportero.

—¡Pues claro! en cuanto termine las prácticas y la carrera y encuentre un trabajo, seguro que tendré más tiempo libre.

Entre foto y foto, Pilar subió al vagón, arrancó la locomotora de vapor y el tren siguió su camino hacia Bilbao a toda máquina.

Y así fue como Pilar Careaga y Basabe se convirtió en la primera ingeniera de España -dio nombre al curso que se conocería como “la promoción de Pilar”- y en la primera mujer en conducir una locomotora. Y no solo eso, también se dedicó a la política, ¡y hasta fue alcaldesa! Pero esa ya es otra historia…

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Pilar Careaga y Basabe

Nacida en Madrid en 1908 en una familia de la alta burguesía bilbaína, Pilar Careaga se convirtió en los años veinte (1929) en la primera mujer española en licenciarse en ingeniería industrial. Al completar sus prácticas de carrera, fue la primera mujer en conducir un ferrocarril, en pleno esplendor de la máquina de vapor. Admirada por sus compañeros, su curso en la Escuela de Madrid sería conocido como “la promoción de Pilar”. Una vez licenciada, Careaga se dedicó a la política. Fue la primera mujer diputada provincial de Vizcaya, la primera alcaldesa de Bilbao en 1969 (la única hasta hoy) y pionera como regidora de una capital de provincial en España durante el franquismo.

Lolo Rico, la niña que soñó con una bola de cristal

CUENTO: CRISTINA CAMPO GARCÍA | ILUSTRACIÓN: BELÉN GARCÍA MENDOZA

—Mamá, ¿Puedo ver dibujitos?

—Porque es sábado y no hay cole, pero solo un rato, ¿eh?

—Vaaaaaaaaaale.

Al cabo de un rato. —Bueno, Isabel, ya está.

—Un poco más, porfaaaaaa. Un rato así de pequeñitoooooooo.

—Tienes quince segundos para imaginar, si no se te ha ocurrido nada, a lo mejor deberías ver menos la tele —respondió la madre.

—¿Qué?

—Eso lo decían en un programa de la tele que yo veía cuando era pequeña. Era mi favorito. Lo ponían los sábados por la mañana, se llamaba La Bola de Cristal.

Isabel apartó la mirada de la tele por un momento y se volvió hacia su madre.

—¿Salían brujas? —preguntó con cierto interés.

—Pues claro, una muy mala y fea que se llamaba la Bruja Avería, tenía el pelo lleno de cables y siempre decía: “¡Qué mala, pero qué mala soy!” Y soltaba rayos catódicos que hacían desaparecer las cosas.

—¡Ja! ¿En serio?

—Sí. A la Bruja Avería la acompañaban unos bichejos muy traviesos que hacían todo tipo de gamberradas y conseguían que las aspiradoras funcionasen solas y que las batidoras hicieran huelga de puré de verduras (¡puaj!). Se llamaban los Electroduendes.

—¡Abajo el puré de verduras! —dijo Isabel riendo.

—Lo mejor era que esa bruja y sus Electroduendes nos contaban las cosas que estaban pasando a nuestro alrededor ¡que eran un montón! Por fin se había acabado una dictadura muy larga y triste que había habido en España y la gente empezaba a respirar un poco de libertad… En la calle, de repente, los trajes oscuros de los señores y las faldas que vestían las señoras se habían convertido en vaqueros rotos y minifaldas súper cortas. Las chicas ya no llevaban tacones, ¡llevaban botas! y los chicos se habían dejado el pelo largo y se ponían pendientes. Además, ya no solo se escuchaba la música esa que te deja un poco dormido, sino rock and roll a tope… se estaba viviendo una explosión creativa que todavía se recuerda como La Movida Madrileña y Lolo Rico quiso meter todo eso en la Bola de Cristal.

—¿Quién es Lolo Rico?

—Pues la creadora del programa. Era escritora de cuentos, guionista y directora de muchos programas de radio y televisión. Su gran especialidad eran los niños. Había tenido siete hijos, así que los conocía muy bien ¿no crees?

Sabía que a los niños no les gusta que les hablen como si fuesen bebés, y se empeñó en tratarlos como personas que pueden pensar por sí mismas y en enseñarles a ser críticos.

Su programa era como una tarta: una capa de bizcocho, una capa de chocolate y una capa de fresa, para que quien tuviera la boca más grande, mordiera más.

Los más pequeños nos lo pasábamos pipa con La Bruja Avería y los Electroduendes. A los más mayores les encantaba cuando hablaban de cine, de libros muy guays o de música… ¡la música era genial! La presentadora era Alaska, una cantante muy famosa que llevaba el pelo lleno de trenzas de colores. Los cantantes y artistas más vanguardistas del momento, que eran amigos de Lolo, componían canciones super chulas para el programa. Porque ya sabes: ¡Solo no puedes, con amigos sí!

—Seguro que a Lolo Rico también le gustaban los dibujitos de pequeña, ¿no mamá?

—Bueno, cuando ella era pequeña no había tele, o no como ahora, pero seguro que le hubieran gustado. Lo que sí le gustaba era leer. Las historias y los libros le chiflaban. Era una suertuda. Su familia vivía con muchas comodidades; así que su padre le regalaba todos los libros que quería. Además, la animaba mucho a leer.

Cuando se hizo mayor, empezó a comprender que no todo el mundo tenía la misma suerte que ella y se dio cuenta de que a menudo las cosas son injustas. Quiero decir, más fáciles para algunos y muy difíciles para otros, sin ningún motivo.

Y como en la Bola de Cristal se hablaba de todo, eso también quiso contarlo, aunque le causó problemas…

—¿Por qué?

Algunos niños, los más pequeños, cuando la Bruja Avería decía cosas como “Viva el mal, viva el capital” no nos dábamos cuenta, claro; pero otros sí notaban que en realidad estaban hablando de política. Y, bueno, eso que todavía hoy sería muy raro en un programa infantil, a algunas personas mayores no les molaba mucho.

Así que un día mandaron a una persona a vigilar todo lo que se decía en el programa y al final guardaron la bola en una caja de cartón y ya nunca más hubo programa.

—¡Qué pena, mamá!

Pues sí, pero, aunque solo habían pasado cuatro años, el gusanillo de la Bola de Cristal ya se había metido para siempre en el cuerpo de millones de niños, porque se había convertido en el programa más famoso de la televisión que nos «desenseñó a desaprender cómo se deshacen las cosas”.

Y así fue como María Dolores Rico Oliver, Lolo Rico, se convirtió en una pionera de la radio y la televisión en España. Fue la primera mujer directora de un programa de televisión y responsable del área de programas infantiles y juveniles de TVE. Con su espíritu transgresor, creó programas icónicos que forman parte de la memoria colectiva de varias generaciones.

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Lolo Rico

María Dolores Rico Oliver, Lolo Rico, nació en Madrid en 1935. Fue escritora, periodista, guionista y realizadora de televisión. Trabajó en Radiotelevisión Española, donde fue guionista de programas infantiles como 'Un globo, dos globos, tres globos' y firmó otros como 'Dola, dola, tira la bola' o 'La cometa blanca'. Alcanzó la fama con 'La bola de cristal', un espacio pionero de la televisión al estilo de la movida madrileña que triunfaba en los 80. Murió en San Sebastián el 19 de enero de 2019.

María Josefa Wonenburger, la gallega que amaba las matemáticas

CUENTO: OLALLA CERNUDA | ILUSTRACIÓN: LAURA SÁNCHEZ-OSTIZ

A María eso de las cosas poco comunes le iba mucho, como practicar el hockey sobre patines y el baloncesto o hablar inglés y alemán, por ejemplo, aunque la cosa más insólita que a María le gustaba por encima de todas las demás era ¡estudiar Mates!

A ninguna otra niña de Oleiros, su pueblo de A Coruña, le gustaban demasiado las matemáticas, pero eso a María nunca le importó: a ella le fascinaban las sumas, las restas, las ecuaciones y todos los demás cálculos que pudiera hacer.

En aquella época, las demás niñas pensaban más en buscar un marido y formar una familia cuando fueran mayores que en estudiar en la universidad. A nadie se le hubiera ocurrido dedicarse a la Ciencia. Pero María tenía claro desde bien pequeñita que esa asignatura del colegio que a ella le encantaba, las Mates, iba a ser su modo de vida.

Así que, cuando acabó el Bachillerato en su pueblo, María se fue a Madrid para estudiar Matemáticas en la universidad. Y pasó de estar en casa con sus padres y su hermana a vivir sola en la Residencia de Señoritas, un lugar donde podían quedarse las pocas chicas que, por entonces, en los años cuarenta, querían estudiar en la universidad y tenían que irse lejos de su casa.

Y allí pasó cinco años concentrada en las Mates. Tan concentrada, que en clase nunca tomaba apuntes, lo importante era no perderse ni un detalle de lo que el profesor explicaba. Porque nadie dijo que sería fácil comprender pizarras y pizarras llenas de ecuaciones y larguísimas fórmulas. Pero para ella, todo tenía sentido en su cabeza.

 

María era brillante y muy estudiosa, por eso, al acabar la carrera hizo un doctorado y sus profesores, que veían que seguía entusiasmada con las matemáticas, le recomendaron que siguiera estudiando lejos de España.

 

María metió en una maleta todos sus cuadernos de fórmulas y ecuaciones y tomó un barco rumbo a Nueva York, a la Universidad de Siracusa. Lo logró gracias a una beca que conceden a las personas más listas y estudiosas, la beca Fullbright. Fue además la primera mujer española en conseguir una.

 

De ahí pasó a otra universidad norteamericana muy prestigiosa, la Universidad de Yale. María era feliz. Podía dedicarse de lleno a lo que más le gustaba del mundo: jugar con los números y pensar. Así que, después de doctorarse ¡por segunda vez! se fue hasta Canadá, esta vez no para estudiar, sino para enseñar Matemáticas en la Universidad de Toronto. También en esta ocasión fue la primera mujer en conseguirlo. Allí dirigió la tesis doctoral de muchos alumnos, algunos de ellos lograron ser grandes matemáticos gracias a María, que les trasmitió todo lo que sabía y su gran pasión por las Mates.

 

Otros siete años pasó María en Canadá y quince más en Estados Unidos, dando clases, aprendiendo más y más cosas de álgebra, que se convirtió en su especialidad, y compartiendo conocimientos con otros grandes matemáticos ¡Estaba logrando ser una de las mejores matemáticas del mundo!

Pero entonces, algo pasó que cambió el rumbo de su vida: su madre, ya muy mayor, se puso muy enferma y María decidió dejarlo todo y volver a España para cuidarla. Cuando llegó a aquí, quiso seguir dando clases en la universidad, pero se encontró con que todos sus títulos y méritos, muy reconocidos al otro lado del Océano Atlántico, en su país no valían nada. Ninguno de sus dos doctorados estaba reconocido, así que, si quería dar clases, tenía que aprobar una oposición. Casi como volver a empezar.

María decidió entonces retirarse del mundo académico y científico y quedarse en Oleiros, donde vivió el resto de su vida muy feliz junto a su familia.

Pero en realidad, aunque ella no lo sabía, la gente de su pueblo, de las universidades donde estudió y trabajó y de la Real Sociedad Española de Matemáticas, de la que fue miembro, no la habían olvidado, y empezaron a contarles a todos la historia de María, la gallega que amó las matemáticas y que convirtió el álgebra en su forma de vida.

Hoy, los alumnos de María ganan importantes premios matemáticos y siguen empeñados en todo el mundo conozca a la gran matemática María Josefa Wonemburger.

Y así fue como María Josefa Wonemburger se convirtió en una de las matemáticas más brillantes de su tiempo y en un referente mundial en álgebra, la disciplina a la que dedicó su trabajo durante más de veinte años. Como investigadora y profesora universitaria, desarrolló e inspiró varias de las teorías más importantes en este campo de las matemáticas.

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María Josefa Wonenburger

María Josefa Wonenburger Planells, nacida en Oleiros, A Coruña, en 1927, fue una matemática española que desarrolló sus trabajos de investigadora en álgebra en Estados Unidos y en Canadá. Fue la primera mujer española en recibir una Beca Fulbright.

Soledad Antelada, la niña que cruzó el océano para ser ‘hacker’

CUENTO: YOLANDA QUINTANA | ILUSTRACIÓN: RAQUEL LANZA

Hace muchos años, más de cincuenta, no había ordenadores como los que usamos ahora. Tampoco Internet, ni redes informáticas. Algunas personas, en distintas partes del mundo, empezaron a desarrollar estas tecnologías. Se ayudaban entre ellas y eran muy brillantes, con ideas que nadie más tenía. Y se les empezó a llamar hackers. Ser hacker significa que sabes mucho de algo que te encanta y eres capaz de resolver cualquier problema que se te presente, sin importar lo difícil que sea.

Aunque esa palabra se inventó con la informática, puedes ser hacker de cualquier cosa. Si hay algo que te entusiasma, le dedicas mucho tiempo para aprenderlo a fondo, se te ocurren soluciones que otras personas no han pensado y compartes lo que sabes, a lo mejor eres hacker y no lo sabías.

En informática, ser hacker quiere decir que entiendes muy bien cómo funcionan las máquinas, cómo piensan y cómo hablan entre ellas. Por eso, las personas hacker muchas veces se encargan de vigilar que nadie ataque los ordenadores y que los sistemas funcionen bien. Se llama seguridad informática y es algo muy divertido porque se parece a resolver acertijos.

Justo a eso es a lo que se dedica Sole, la niña que, cuando fue mayor, cruzó el océano para ser hacker.

Sole vivía junto al mar, en Marbella, un pueblo muy bonito de Málaga. Era una niña morena, con ojos muy negros y muy alegre. Cuando era muy pequeña sus padres también cruzaron el océano, desde Argentina hasta España, huyendo del gobierno de un señor muy malvado al igual que habían hecho muchos años antes de que ella naciera, pero al revés, huyendo de la falta de libertades en España. Por fin, se quedaron a vivir aquí y Soledad creció muy feliz, jugando en la playa y en las calles de su pueblo.

Sole siempre fue muy curiosa con los aparatos electrónicos y siempre trataba de arreglarlos. También le gustaban las matemáticas.

En el colegio se apuntó a informática. Era un mundo desconocido para ella y que le llamaba mucho la atención, por eso se lanzó a aprenderlo. Le gustó, así que decidió estudiar Ingeniería Informática en la universidad, sin saber muy bien de qué trataba. Nunca había tenido un ordenador y tuvo que esforzarse mucho.

Cuando terminó sus estudios y empezó a trabajar como programadora se dio cuenta, además, de que se le daba muy bien, y pensó “¡Cómo me gusta hablar el lenguaje secreto de las máquinas!”

A Sole le sorprendió al principio, porque en la universidad ningún profesor le había explicado lo buena que podía llegar a ser.

Sole estaba muy contenta desarrollando aplicaciones. Pero, como era una hacker, aunque ella entonces todavía no lo sabía seguro, intuía que había muchas más cosas por conocer sobre los ordenadores y las redes informáticas. Así que buscó y buscó dónde aprenderlas.

Por fin, encontró un lugar donde podían enseñarle todo lo que quería saber.

—Mamá, me voy a San Francisco a aprender a ser hacker —le dijo un día a su madre.

A Sole no le importó que mucha gente pensara que era una locura:

—Pero ¡si ser hacker es muy difícil! Y ¿cómo vas a entenderte con la gente, si no hablas inglés? ¡Es imposible! —le advertían.

Pero ella no los escuchaba. Estaba decidida. Cogió su mochila y todos sus ahorros y cruzó el océano para ser hacker.

Sole logró su sueño y es feliz porque puede destripar las computadoras para develar sus misterios y meterse en las redes por las que navega toda la información del mundo. Además, tiene un club para ayudar a que muchas más chicas sean hackers como ella. Siempre les dice:

—Nunca dejes que nadie te quite un sueño porque ellos no se atreverían a intentarlo.

Y así fue como Soledad Antelada decidió seguir su intuición, y con muchas ganas y esfuerzo, se ha convertido en la primera y única mujer del departamento de ciberseguridad del Berkeley Lab, uno de los mejores centros científicos del mundo. Su trabajo consiste en proteger este laboratorio tan importante de ataques informáticos.

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Soledad Antelada

Nacida en Buenos Aires en 1977, Soledad Antelada es ingeniera informática por la Universidad de Málaga. Es la primera y única mujer que trabaja en la ciberseguridad del Lawrence Berkeley National Laboratory o Berkeley Lab, uno de los centros científicos más prestigiosos de EE.UU., vinculado al Departamento de Energía del gobierno, y un referente mundial en innovación científica en el que han colaborado 13 Premios Nobel. La especialidad de Soledad Antelada es el 'pentesting', que consiste en intentar atacar un sistema buscando dónde está desprotegido, como lo haría un pirata informático, para llegar antes que ellos y arreglarlo. Está considerada como uno de los veinte profesionales latinos más influyentes en el sector de la tecnología en EE. UU. Ha impulsado el grupo ‘Girls can Hack’ (@Girscanhack) para promover la entrada de mujeres en el mundo de la seguridad informática.

María Luz Morales, una periodista que llegó a la meta

CUENTO: LUJÁN ARTOLA | ILUSTRACIÓN: EWA BAJJO

Hace ya mucho tiempo una guerra hizo que en España todo fuera difícil. Las cosas más sencillas que puedas imaginarte, como ir a la escuela o poder jugar en la calle, se convertían en grandes hazañas.

Hombres, mujeres, niños, familias enteras tuvieron que superar muchos obstáculos y ser valientes. Como cuando tú tienes miedo, te tapas en la cama hasta casi no poder respirar y no quieres sacar la cabeza porque no quieres abrir los ojos.

Pero María Luz supo que no podía estar siempre bajo una manta y a oscuras. Y así, desde que llegó con sus padres a Barcelona desde Galicia no paró de estudiar. Primero en el colegio. Después, cuando se hizo mayor, siguió estudiando en la universidad y empezó a escribir. Y no paraba de leer.

En medio de ese esfuerzo, ¿a que no te imaginas a quién trajo a España? Ni más ni menos que a Peter Pan. Sí, no pongas esos ojos. Entonces muchas de las obras literarias estaban solo en inglés. Y para hacer más fácil su lectura en España, tradujo al castellano una de las más bellas historias escritas. Y así, niños y mayores pudieron entender Nunca Jamás.

Pero ahí no quedó todo. María Luz siguió escribiendo y empezó a trabajar en uno de los periódicos más importantes de entonces y de hoy. Se llama La Vanguardia. En aquella época, que las mujeres pudieran trabajar en los periódicos no era nada habitual.

Después, la situación política en nuestro país se puso horrible y estalló aquella guerra que tanto dolor trajo. Justo en esos momentos tan difíciles sus propios compañeros propusieron que fuera ella la directora del periódico. Y así María Luz se convirtió en la primera mujer que ocupó un puesto de semejante responsabilidad.

Se comprometió de tal manera, que hasta fue encarcelada por algo tan simple como ser periodista. La libertad de poder escribir, contar lo que pasa, las noticias llenas de palabras pueden llegar a ser uno de los grandes enemigos de los malvados. Algo tan sencillo como construir frases, se puede convertir en una profesión muy arriesgada.

Ella lo sabía y seguro que tuvo miedo, pero supo vencerlo. Una mujer valiente con ideales y firme hasta el final. Por eso, llegó a la meta.

Y así fue como María Luz Morales, con mucho compromiso y amor por su profesión, se convirtió en la primera mujer en dirigir un periódico de tirada nacional y en una pionera del periodismo cultural en España.

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María Luz Morales Godoy nació en A Coruña el 1 de enero de 1889. Fue escritora y periodista pionera y la primera mujer en España directora de un diario de tirada nacional, La Vanguardia. Estuvo al frente del rotativo entre 1936-1937, al inicio de la Guerra Civil.​

El cuento de Rosalía

CUENTO: PIEDAD MORILLAS | ILUSTRACIÓN: CARLOS RAMOS

 

Érase una vez la niña

que llamaron Rosalía.

Escuchó a un tal Camarón,

y le dio un vuelco el corazón.

 

Y decidió ese día…

¡Que cantaora sería!

y con la música daría

a su cante un nuevo aire.

 

No tenía formación,

¡pero sí duende y tesón!

Así que empezó a estudiar

cómo era aquello de cantar.

Y a Flamenco se apuntó.

 

“¿Dónde vas Rosalía?

Este es un arte sagrado,

no es para aficionados

¡y menos para una chica!”

Había quién le decía.

 

“A mí me brota de dentro”,

respondía ella al momento.

“Mi piel no es marrón oscuro

y no gustaré a todo el mundo,

pero flamenca me siento.

 

Tanto quería aprender,

que no se perdía una clase

ni aunque le diluviase.

Y allí empezó a florecer

el germen de El Mal Querer.

«Será mi proyecto final,

un disco conceptual,

una novela cantada,

en un libro antiguo basada:

¡El Román de Flamenca!”

 

Habla sobre una mujer,

víctima del maltrato

que sufre por un ingrato,

y cómo escapa de él

y de un matrimonio cruel.

 

 

Una historia de pasión,

celos y liberación.

Donde el quererse a uno mismo,

no es cosa de egocentrismo,

si no de pura razón.”

|Y a componer empezó.|

Después de su graduación

con su compañero Guincho,

fueron dando forma al disco

con valentía, emoción…

¡Y bien llenito de flow!

Una pizquita de rap,

un poquitito de pop,

la cuestión era mezclar,

probar y experimentar.

Y el resultado fue… ¡Tra, trá!

|Escúchalo, ya verás|

Era un sonido moderno.

donde añadía al flamenco,

ritmos sin venir a cuento.

Tan refrescante y urbano,

que a los jóvenes gustó.

|¡Y hasta dos Grammy ganó!|

Espero que esto te aliente,

a creer siempre en ti misma.

A pesar de lo que digan

mira la vida de frente,

y nada irá “malamente”.

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Rosalía Vila

Rosalía Vila Tobella, más conocida como Rosalía, es una cantante y actriz española que nació en San Esteban de Sasroviras, Barcelona, el 25 de septiembre de 1993. Comenzó a cantar a los siete años animada por su padre y estudió en la Escuela Superior de Música de Cataluña, donde recibió clases de flamenco. En 2018 se convirtió en la española con más premios Grammy Latinos por un único trabajo. Su canción «Malamente» obtuvo dos galardones de cinco nominaciones.